martes, 28 de diciembre de 2010

Tapas


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Necesitaríamos más de un post para inventariar los numerosísimos éxitos en certámenes de relato corto que ha cosechado Maribel Romero Soler, finalista del Premio Azorín de novela 2010 con El peso de las horas. Nuestra invitada se atreve ahora con un registro inesperado, con un título de literatura infantil.
En esta entrada nos muestra el largo y a menudo desalentador camino que conduce de la imaginación al volumen, defiende la dignidad literaria de estas obras y analiza un complicado nicho de mercado por el que pelean encarnizadamente Harry Potter, Gerónimo Stilton, Greg o Bad Pat. David y Goliath, la peonza y la PSP.


Me da la impresión de que mucha gente considera la literatura infantil un género menor o literatura de segunda, y están muy equivocados. Desde la posición del escritor, el proceso para publicar una obra de género infantil es tan complejo, o incluso más, que el de publicar una obra para el lector adulto (hay que tener en cuenta que el número de editoriales de literatura infantil es más reducido, y la cantidad de manuscritos que reciben igual o superior a los que puedan recibir editoriales de carácter general).




EDIMÁTER acaba de publicar mi primera novela infantil, titulada Charli y los cinco peligros, dirigida a público a partir de 8 años, y estoy verdaderamente satisfecha, porque considero que todo libro publicado es un logro para su autor.

Ah, una novelita infantil, dirán algunos, como si conseguir sacarla al mercado hubiese sido fácil, restándole importancia a la obra por aquella coletilla de infantil, y ninguneando de algún modo al público al que va dirigida.

Encierra una serie de sueños cumplidos, pero claro, eso tampoco tiene por qué saberlo nadie. Charli y los cinco peligros supuso mi salto del género breve (relato corto, cuento, alguna poesía...) a la novela. Fue un pequeño salto, pero de suficiente entidad como para darme cuenta de que podía superar las diez páginas escritas y contar algo con cierta coherencia. Se trata, por tanto, de mi primera novela, que curiosamente ha sido también la primera en ver la luz a pesar de que lleva escrita entre cuatro y cinco años.

¿Cómo fue el proceso? Hasta llegar a Edimáter, Charli pasó por un agente y por algunas editoriales, y la verdad es que en todo momento gozó de una valoración positiva, pero las motivaciones que llevan a una editorial a apostar por un proyecto no siempre son literarias, y a pesar de que la historia gustaba no llegó a encajar en ninguna de ellas. Todo este recorrido, no demasiado azaroso, lo que sí consumió fue tiempo, un tiempo precioso de espera y de desesperación. Cada editorial tarda del promedio de seis meses en dar una contestación a una propuesta literaria, y en la mayoría de los casos es negativa. Esto implica comenzar de nuevo desde cero, iniciar otro camino, abrir otra vía y esperar. Esperar nuevamente. Aunque en algunos casos, como en éste, la paciencia tenga recompensa.

Cuando escribo para niños o jóvenes (porque después de Charli vinieron otras obras, algunas actualmente concursando en importantes certámenes), suelo preguntar a los chavales: ¿qué os gustaría leer?, ¿sobre qué queréis que escriba?. Y por supuesto que tengo muy en cuenta sus propuestas. Los chavales que me pillan más a mano son mis hijos, de 9 y 14 años, y la historia de Charli nació de la inagotable imaginación de uno de ellos, el mayor, que por aquel entonces no era tan mayor. Él me dio una idea, una imagen, una secuencia, un simple flash que fue el desencadenante de la historia. Hoy, con 14 años, se le queda corta; sin embargo el de 9 (que es la edad que él tenía entonces) la está disfrutando a tope.


Los niños son inteligentes, saben lo que les gusta y lo que no, y gracias a los planes lectores de colegios e institutos, se están convirtiendo en los primeros consumidores de libros. Esta circunstancia sitúa a los centros de enseñanza en el punto de mira de las editoriales porque de manera indirecta, a través de su alumnado, se presentan como los potenciales consumidores de sus productos.









Para un escritor de literatura infantil y juvenil el principal mercado es el de los colegios e institutos. Una novelita de formato económico, tapa blanda, de un máximo de cien páginas, ilustraciones en blanco y negro y de un precio que ronda entre los 7 y los 9 euros lo tiene complicado para competir en el mercado con libros de tapa dura que huelen a chocolate, a flores silvestres o a pescado podrido si se tercia, que tienen luces multicolores, grandes fauces de dinosaurio que se abren y te quieren morder, mariposas que salen volando o hasta música. Eso sí, sin importar demasiado lo que lleven escrito dentro.




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Yo, que no me considero escritora de género infantil y juvenil pero que siempre que tenga algo interesante que contar a los chavales lo haré, creo que a partir de ahora tendré que preguntar a los docentes: ¿qué os gustaría que leyeran vuestros alumnos?, ¿sobre qué queréis que escriba?, puesto que de sus recomendaciones dependerán la mayoría de los libros que acaben en manos de los más jóvenes.

No me queda más que confiar, por tanto, en que Charli guste a los educadores y llegue a las aulas, garantía de que será leído por un buen número de niños. Es en realidad la mayor satisfacción del escritor: ser leído.


Gracias por cederme la palabra.

Maribel Romero Soler.

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